(Por Laura Durango). / Desde tiempos precolombinos, la trascendencia del jade en las civilizaciones mesoamericanas quedó plasmada en sus expresiones ceremoniales y decorativas.
Más dura que el acero, de luminosidad traslúcida y con un asombroso registro de tonalidades verdes, esta piedra tenía más valor que el oro entre las antiguas culturas.
Olmecas, mayas y aztecas concedían al jade un significado primordial y lo trabajaban con gran destreza y perfección.
Dicen las crónicas que cuando Hernán Cortés y Moctezuma se encontraron, éste le obsequió con dos cuentas de jade imperial, de color verde claro, el más brillante y valioso, y le recomendó que no lo entregara más que a su rey, pues cada cuenta valía más que "dos cargas de oro", lo que prueba la importancia de esta roca.
Al parecer, piratas franceses atacaron el navío de regreso a Europa, y nunca se supo qué pasó con aquellas piezas invaluables.
El jade mesoamericano o jadeíta es distinto del jade chino o nefrita. Por sus propiedades de dureza y brillo, la jadeíta es más valiosa que la nefrita; además, sus colores varían debido a la exposición a otros minerales durante su formación, siendo el más preciado el jade imperial, que es muy escaso.
La exótica gama de tonalidades de la jadeíta comienza con el blanco, sigue con diez tonos de verde y llega hasta cotizadas rarezas como el jade naranja, amarillo, rosa, lila o negro. Son muy apreciados también el jade princesa, famoso por su translucidez, o el bello jade azul olmeca.
Aunque los olmecas (Golfo de México) fueron los primeros en tallar el jade, la presencia del mismo en sus áreas costeras del golfo de México fue escasa y lo obtenían por intercambios comerciales.
Los mayas (Sur de México y Guatemala), por el contrario, extraían el jade en abundancia de las canteras de Sierra de las Minas, en el valle del Motagua, que aún hoy es, junto con Rusia y Birmania, una de las fuentes más importantes de jadeíta a nivel mundial.
Estas minas de Guatemala quedaron ocultas durante la Conquista, y fueron redescubiertas a mediados del siglo XX. Desde entonces, museos del jade como el de Antigua reproducen piezas mayas y elaboran joyas que atraen a turistas, desarrollando una modesta pero relevante industria cuya finalidad es preservar la herencia indígena.
Hachas y máscaras
La civilización olmeca fue la primera gran cultura del México antiguo y una de las primeras del continente. Los olmecas, magníficos escultores, relacionaban el jade con el maíz y la fertilidad agrícola, por eso realizaban hachas de este material, finamente labradas que usaban para preparar los terrenos para el cultivo.
El dios olmeca del maíz, tan decisivo en sus vidas, se representaba en jade con una hendidura en la cabeza, de la que surgía una mazorca, y se colocaba en las ofrendas a modo de eje central entre cuatro hachas de jade, una por cada punto cardinal, que simbolizaba la cosmografía de su pensamiento.
Debido a su cercanía tanto con la región olmeca como con los yacimientos de jade de Guatemala, es normal que los mayas del Clásico atribuyeran a esta piedra el mismo simbolismo que los olmecas.
Además, pese a la diversidad étnica y lingüística de las culturas mesoamericanas, hubo características comunes a todas ellas, incluido el gusto por el color verde, que regía sus vidas, inmersas en espesos y húmedos bosques tropicales.
El jade fue asociado con el concepto de inmortalidad: era la piedra de la eternidad, del cielo y del aliento.
Los mayas veneraban el jade como elemento funerario de reyes y nobles, a quienes enterraban con maravillosas máscaras sobre el rostro, el cual a su vez portaba un trozo de esta gema en la boca: pasaporte hacia el cielo cuando el espíritu saliera por la boca.
El jade facilitaba la ascensión al más allá, era un bien supremo en las ofrendas divinas en forma de collares, brazaletes, tobilleras, orejeras, piezas decorativas, vasos funerarios, máscaras, estatuas y herramientas.
Como piedra del aliento, una cuenta de jade delante de la nariz denotaba la respiración del alma en los seres vivos. Los aztecas mencionaban que el jade exhalaba aliento húmedo y fresco.
Sin embargo, para los mayas del periodo Clásico, los elementos de aliento se relacionaban más con las orejeras y las flores que con las cuentas nasales. Un elemento presente casi siempre en las orejeras mayas del Clásico era el tubo de jade que termina con una cuenta.
Fines terapéuticos
Por su parte, los mexicas o aztecas denominaban al jade Chalchihuite, y fueron quienes más lo utilizaron para esculpir dioses y utensilios ofrendados a los mismos.
Los aztecas apreciaban sobre todo el jade de color verde esmeralda translúcido, que llamaron quetzalitzli, por su semejanza al color de las plumas del quetzal.
El cronista de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo, escribió que las piedras de jade "son muy preciadas entre los indios y me fueron muy buenas para curar mis heridas y comer del valor de ellos".
Y es que además de fines ornamentales, rituales o utilitarios, el jade ha sido considerado a lo largo de la historia una piedra de poder superior con cualidades curativas mágicas y espirituales, en culturas tan antiguas como la china, egipcia o mesoamericanas.
Desde hace 4 mil años se utiliza como amuleto con numerosos fines, desde meditativos hasta de protección, salud y suerte.
En el mundo prehispánico, era la piedra que concentraba las máximas fuerzas divinas y la más relacionada con el Universo, la de mayor sacralidad y la que otorgaba una protección más completa. - Agencia EFE.
Posted by:
Lucimary Vargas
Além Paraíba-MG-Brasil
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